Turis-Teando con el Sr. Alux

Descubriendo la puerta al Cielo… Sian Kán

¿Qué se necesita para borrar de tu mente y de tu cuerpo el estrés y la preocupación? Esa ha sido una pregunta frecuente de los viajeros… y que hace algún tiempo me hacia.

En un rinconcito de Quintana Roo está un lugar escondidito, como si no estuviera, como si no existiera… como un sueño… Se llama Punta Allen y está en el corazón de la Reserva de la Biosfera de Sian Ka´an… aunque oficialmente se llama Javier Rojo Gómez, todos lo conocemos como Punta Allen, un pueblito pesquero con sus poco más 300 habitantes y sus 650 mil hectáreas a lo largo de 120 kilómetros de norte a sur y casi 40 kilómetros de oriente a poniente… Este maravilloso lugar se encuentra entre los municipios de Tulum y Felipe Carrillo Puerto y es, sin lugar a dudas, una experiencia que se tiene que vivir una vez en la vida…

 Esta impresionante zona costera tiene playas, dunas, cenotes, arrecifes de coral y una selva tropical, donde habitan más de 300 especies de aves y más de mil variedades de plantas endémicas y 100 especies de animales.

 

Sian Ka’an, que en maya significa donde nace el cielo fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987; a quienes no han tenido la oportunidad de visitarla les cuento que para acceder a ella se tiene que viajar hasta Tulum, (sí, ya sé que es tentador quedarse en ahí) pero pasando la zona hotelera y las playas públicas de este hermoso punto, entramos al conocido Arco de Sian Ka’an que literalmente es la puerta de entrada al cielo.

 Desde aquí y hasta el pueblo son 53 kilómetros y algunos metros… en el filtro del arco, en donde por cuestiones de Covid 19 tienes que presentar tu reservación o contacto para confirmar con quién ingresas, vienen a la mente cientos de ideas sobre lo que vamos a encontrar: un camino de grava compactada, que nos recuerda aquellas travesías de nuestros ancestros… Son 50 kilómetros que te hacen reencontrarte, pensar, dialogar internamente, disfrutar de los paisajes, esos hermosos pasillos de árboles que dan sombra y de pronto ventanas que te muestran el Mar Caribe a tu izquierda o los cuerpos lagunares a la derecha….

 De pronto un árbol de flores naranjas que pareciera sacado de la película de “Más allá de los sueños”… y siempre, un maravilloso paisaje adelante.

 No falta el cantar de las aves o alguno que otro mono, tenemos que tomarnos un momento para apagar el motor, disfrutar de esa sinfonía de sonidos, acompañados por el sonido del oleaje.

 La primera gran sorpresa es el Puente de Bocapaila, un punto en donde — gracias a la información que nos dan las personas que habitan la zona– nos enteramos qué pescan y la ubicación de los tres grandes cocodrilos que ahí habitan. En el puente se observa la unión del mar con el cuerpo lagunar, y brinda un punto de descanso para los viajeros, que como nosotros, van un poco cansados, pero emocionados.

 Llegamos a Punta Allen, un lugar que literalmente es un oasis con sus cocoteros, hamacas para descansar… Visita obligada es llegar al Faro de Punta Allen, que aunque alejado unos dos kilómetros te permite una buena foto y encontrar una playa, que si no hay sargazo y llegas antes de la hora del mosquito, puedes sentarte a disfrutar.

 No esperes mucho de la vista del Faro, el gran secreto y belleza de este punto esta bordeando los manglares, caminando sobre la playa y encontrando un rinconcito para descansar. Ya en el pueblo, puedes conocer a Benjamín y Elizabeth, quienes tienen un pequeño y acogedor restaurante llamado la Havanita, en honor a su pequeña de cuatro años de edad… Ellos brindan unos tacos de pescado más que deliciosos, entre otros platos exquisitos típicos de la zona, ofrecen un pescado pargo frito que no tiene palabras… por rico.

¡Este es el lugar para comer! Regresamos al hotel para descansar, con la sorpresa de que la luz se va del pueblo a las 21 horas, así que es tiempo para disfrutar de una noche estrellada y sin luna, con los sonidos del mar a unos metros de donde nos colgamos como changos en hamaca. Este es uno de los puntos más alejados de la civilización en Quintana Roo, no hay señal en tu celular, pero estás conectado con la naturaleza, con la tranquilidad y la paz que te da el no tener que revisar constantemente tu móvil y así dejar de lado todo lo que te preocupa.

 Un viaje como este nos permite conocer el camino, observar las bellezas naturales, disfrutar del espectáculo de ver cocodrilos, iguanas, aves, percibir el olor de maderas, experiencias no vividas antes por nuestros sentidos. Observar un cielo repleto de pequeños puntos brillantes y sus estrellas fugaces, un amanecer sin igual. No podemos despedirnos de Punta Allen, porque no se puede uno despedir de un lugar en donde deja un poco de su corazón, pero los invitamos a que lo descubran. Si piensan que ya se acabó la historia, pues no… Falta muchas para contarles… No decimos adiós, sino hasta el próximo abrazo…